Jardines

Junto al rio, en las barrancas de Martínez, se encuentra una de las residencias mas notables de la zona. Su parque, responsabilidad de las paisajistas Diana Ezcurra y Ana Mujica, es un ejemplo de diseño.

Se trata de una de las más antiguas y tradicionales casas de la zona norte del Gran Buenos Aires. Ubicada en las barrancas de Martínez, el diseño de su parque ha seguido premisas claras.





La más importante de las cuales fue la puesta en valor de la casa misma. Muchas veces se habla de la carpeta, de los canteros y de los árboles o arbustos de un jardín, sin hacer mención de la vivienda a la que éste circunda, olvidando que es ésta la protagonista del espacio, al que la vegetación acompaña. Tener esto en claro fue lo que permitió que las paisajistas Diana Ezcurra y Ana Mujica desarrollaran un notable trabajo en esta casa desde hace más de una década.

La imponente vivienda y su color exterior las obligaron a pensar muy bien qué especies plantar y donde hacerlo. Las que estuvieran junto a la casa no debían tener demasiado color, para no entrar en competencia con la casa. Por eso, siempre eligen follajes grises y flores blancas y azules, más algún toque de rosado en algún macetón.

Van cambiando las especies todos los años. Para esta etapa se decidieron por las rosas Iceberg, salvias farináceas, tomillo y santolinas. Aparte, en otras zonas más alejadas de la casa hay canteros con azaleas blancas y hemerocallis amarillos, varios tipos de jazmines y glicinas. Sin lugar a dudas, un jardín romántico y pleno de perfumes, para estar a tono con la casa. Además, la cercanía del río les permitió a Ezcurra y Mujica poner algunas plantas exóticas o de grandes hojas, como la aralia papirífera (Tetrapana papirifera) o floripondios (Datura sp.).

Originalmente, no tenía grandes árboles, pero tampoco le agregaron muchos más, porque la idea es que la vista al río quede despejada. El otro tema a resolver fue el de la barranca, una perspectiva visualmente atractiva, pero difícil de mantener por la permanente erosión que supone un terreno de estas características. Pusieron panes de un bermuda tifton, que cada tanto es necesario sostener con alambre de gallinero, el cual va tapándose con el mismo pasto.

Junto al camino de entrada, una vegetación espectacular con diversas variedades. A las palmeras Phoenix canariensis se suman los hibiscus de flor rosada y ejemplares únicos de lapacho, cedro de Odara y liquidámbar. El cerco está hecho con un azarero variegado (Pittosporum tobira).

La casita de las hijas de los dueños de casa fue realizada por el propio Germán Frers y también cuenta con un entorno estupendo.
Espectaculares cedros Deodara, casi centenarios, proyectan su sombra sobre la carpeta de bermuda tifton.

El banco, ubicado a la sombra de un antiguo tala, es de madera y hierro y fue traído desde Italia. A uno de sus lados, las flores celestes del jazmín dan un toque de color. Al otro costado, asoman las hojas de una Phoenix canariensis.

Un primer plano de las diminutas flores de la Penta lanciolata. Además de su valor ornamental, está en flor casi todo el año y es una de las más buscadas por mariposas y colibríes para libar.

La Salvia leucantha es otra de las plantas que aseguran periódicas visitas de los pájaros. Conviene tenerla al sol y entutorar sus tallos, porque tiende a apoyarse sobre las otras plantas.

Poco usada, la Thumbergia grandiflora azul es una enredadera más que recomendable. Es tan florífera como invasora, lo que asegura que en poco tiempo cubre una superficie muy importante. Además, florece prácticamente todo el año.

Una planta de excepción, la Alpinia zerumbet pertenece a las familia de las zingiberáceas y es de origen asiático. Se destaca por su exquisito perfume y por sus flores, que aparecen a fines del verano como en un racimo. Cuando se abren, parecen orquídeas en miniatura.

La rosa Iceberg es una de las más usadas en los jardines. Floribunda, está en flor casi 9 meses al año, inclusive cuando recibe poco sol. Casi no necesita poda ni mantenimiento alguno.

UNA TRADICION QUE CONTINUA

Trece años atrás, Germán Frers y Laura Ocampo compraron esta espléndida residencia en las barrancas de Martínez, con una espectacular vista al río de la Plata, pero en un estado bastante avanzado de abandono. De la remodelación se hizo cargo el propio Frers con el arquitecto "Pachi" Firpo.
El parque, enorme, también rogaba por la mano de un profesional. Por eso, el dueño de casa decidió convocar a quien fuera amigo de su padre y de la familia, el notable parquista Martín Ezcurra. Pero, a veces, las cosas no salen como se esperan y al reconocido paisajista la muerte lo sorprendió cuando todavía no había concluido su trabajo. El último árbol que plantó Martín Ezcurra fue un tilo para que le diera sombra a la vivienda.
Los dueños de casa creyeron, entonces, que lo mejor sería que Diana, la hija de Martín, junto a su socia Ana Mujica, se hicieran cargo del proyecto, estableciendo una continuidad que ha dado sus frutos hasta el día de hoy.
Producción: Graciela Polak.
fuente: parati.com.ar

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